Redacción, 29-03-2015.- Andreas Lubitz ocultó su enfermedad y su baja laboral por miedo a que perjudicasen la profesión que tanto le obsesionaba. el psiquiatra Gabriel Rubio explica que cuando Lubitz se queda solo en la cabina del avión, «no está abstraído, está absolutamente centrado en lo que tiene que hacer. No tengo que distraerme del objetivo fundamental que es dirigir el avión a la montaña para encontrar lo que estoy buscando, encontrar la muerte, por ejemplo», explica.
Según sus compañeros, los Alpes eran una fijación para él. Lo difícil para los expertos es entender cómo nadie de su entorno más cercano no dio la voz de alarma. Sobre todo, después de que Lubitz hubiera pasado por una depresión severa hace siete años.
«Cuesta creer que nadie se hubiese dado cuenta. Las personas que habitualmente nos quieren y nos conocen se dan cuenta de nuestros cambios emocionales», apunta el doctor Rubio. Además, un detalle más que llama la atención sobre su comportamiento y es por qué en los minutos previos a que el avión se estrellase la respiración del copiloto no se altera.