Redacción, 15-08-2015.- Las personas infectadas con el virus de la hepatitis C tienen más riesgo de sufrir daño hepático y, según una investigación de la Universidad Johns Hopkins (Estados Unidos), su presencia también puede convertirse en un problema para la salud cardiovascular.
El estudio, cuyos resultados ha publicado la revista ‘The Journal of Infectious Diseases’, surgió de un trabajo más amplio con hombres homosexuales, la mayoría con VIH, en el que se hacía un seguimiento para analziar el riesgo de infección o de que la enfermedad progresara a largo plazo. De ellos, se centraron en los datos de un subgrupo de coinfectados con el virus del sida y el de la hepatitis C, dos infecciones que suelen ir de la mano.
Hasta ahora se sabía que las personas seropositivas tienen un riesgo más elevado de enfermedad coronaria, pero ahora han visto que hay evidencia sólida de que la hepatitis C puede causar un daño cardiovascular con independencia del VIH.
Así, la investigación encontró que los participantes que tenían una infección crónica por hepatitis C tenían más probabilidades de acumular placas de grasa y calcio en el interior de sus arterias, trastorno conocido como aterosclerosis que se considera un precursor común del infarto y el ictus.
En total participaron 994 adultos de 40 a 70 años sin una enfermedad coronaria conocida, de los que 613 estaban infectados por el VIH, 70 por ambos virus y sólo 17 no presentaban una u otra infección. Todos ellos se sometieron a tomografías computarizadas cardíacas para detectar y medir los niveles de grasa y calcio en los vasos sanguíneos.
Placas de calcio en las arterias
Los pacientes con hepatitis C, con independencia de que tuvieran VIH, tenían un 30 por ciento más de riesgo de presentar placas de calcio en las arterias, principal causa de infarto e ictus. Entre los que sufrían VIH y hepatitis C, ascendía hasta el 42 por ciento la presencia de grasa no calcificada, lo que aumenta el riesgo cardiaco.
Además, los que tenían mayores niveles circulantes del virus de hepatitis C en la sangre fueron un 50 por ciento más propensos a tener las arterias obstruidas, en comparación con aquellos en los que la infección no estaba bien controlada por el tratamiento o el sistema inmune. Una falta de control que, según han añadido, también puede acabar dañando los vasos sanguíneos.
«Tenemos fuertes motivos para pensar que la hepatitis C impulsa la enfermedad cardiovascular, independientemente del VIH, y prepara el escenario para problemas cardiovasculares posteriores», ha destacado Eric Seaberg, profesor de Epidemiología que ha liderado la investigación.