Acude Jesús Porta a nuestro programa de televisión y nos ceñimos en sus planteamientos a los informes de la Sociedad Española de Neurología paralelos a la celebración del “Día Europeo de Acción Contra la Migraña”.
De acuerdo a los datos del Estudio PRIMERA, realizado en España por miembros del Grupo de Estudio de Cefaleas de la SEN en pacientes que acudían por primera vez a la consulta de neurología, más de un 70% de los pacientes con migraña presentan una discapacidad grave y un 14% una discapacidad moderada. Pero a pesar de la elevada discapacidad que la migraña conlleva para los que la padecen, son aún muchos los pacientes que nunca han consultado con su médico su patología o, si lo han hecho, no han recibido un tratamiento adecuado. Según datos de la SEN al menos un 25% de los pacientes no han consultado su dolencia con el médico y un 50% abandona el seguimiento tras las primeras consultas. Además, según el estudio PRIMERA sólo un 17% utiliza una medicación correcta para el tratamiento sintomático de sus crisis de migraña.
La migraña tiene una base genética que hace que los pacientes sean potencialmente más vulnerables al sistema del dolor. Esto, unido a factores ambientales, como hormonas, alteración del sueño, estrés y de otro tipo, modulan la expresión de estos genes involucrados en aspectos como la plasticidad y la excitabilidad del cerebro, así como en la memoria del dolor o los estados anímicos, lo que hace que la compleja red de dolor del sistema límbico esté en un permanente estado de inestabilidad. Los ataques de migraña se desencadenan por la suma de varios de estos factores, provocando la activación del sistema trigeminovascular de nuestro cerebro. En el caso de la migraña episódica, el sistema es capaz de volver a un estado de equilibrio, pero en el caso de cronificarse el dolor, los propios ataques repetidos podrían llevar a la disfunción permanente de esta compleja red, lo que evitaría la restauración del equilibrio del sistema.
Según datos de la SEN, cada año, un 3% de los pacientes con migraña cronifican su enfermedad y un 6% de los pacientes pasa de tener una migraña episódica de baja frecuencia a una de alta frecuencia. Esta transformación se realiza de forma gradual, pasando por un período intermedio en el que los ataques de migraña aumentan claramente en frecuencia para, finalmente, dar lugar a una situación donde se suceden más días con dolor que días sin dolor. Además de que la migraña crónica supone un gran impacto en el ámbito personal y social, afectando gravemente a la calidad de vida, discapacidad y actividad diaria, estos pacientes tienen el doble de posibilidades de sufrir depresión, ansiedad y dolor crónico, respecto a otros que su migraña no es crónica.
Una vez diagnosticada una migraña, el tratamiento se divide en dos: tratamiento sintomático y tratamiento preventivo. Estos tratamientos tienen el objetivo de aliviar el dolor, restaurar la función y reducir la frecuencia de dolor de cabeza. Además un objetivo adicional puede ser la prevención de la progresión hacia una migraña crónica. El tratamiento preventivo es necesario cuando la migraña es difícil de controlar y aumenta en frecuencia y duración. Aproximadamente un 25% de los pacientes que consultan por migraña necesita tratamiento preventivo, aunque sólo un 5% lo recibe.
Ya se ha señalado que, cuando la migraña es difícil de controlar y aumenta en frecuencia y duración, es necesario acudir al médico para obtener un tratamiento preventivo.