Según los datos del último Eurobarómetro sobre resistencia a los antimicrobianos, 1 de cada 3 españoles piensa -de forma equivocada- que los antibióticos son activos frente a la gripe o el resfriado, y el 5 % consume antibióticos sin prescripción médica.

Según un estudio realizado en el marco del PRAN (Plan Nacional frente a la Resistencia a los Antibióticos), alrededor de un 20% de los pacientes que acuden a la farmacia solicitando un antibiótico lo hace sin aportar una prescripción médica.

La doctora Vanessa Farje explica que «los antibióticos son medicamentos muy valiosos, que han permitido el progreso de la medicina, utilizados para prevenir y tratar sólo las infecciones producidas por bacterias, permitiendo la sobrevivencia de pacientes que anteriormente no tenían oportunidad ante estos procesos». Por eso, precisamente, ese esencial hacer un buen uso de ellos.

El mejor ejemplo de la percepción de los ciudadanos sobre los antibióticos es su uso sin prescripción médica para tratar, de manera generalizada, los procesos infecciosos de vías respiratorias, «cuando el 80% de estos procesos son producidos por virus, como la gripe o el catarro, por lo que en estos casos no estaría indicado su uso».

«Lo que más preocupa es que ese tratamiento mayormente parte de la desinformación y la automedicación«, señala la intensivista de Quirónsalud Clideba. Y es que «el consumo inadecuado o indiscriminado cuando no se necesitan aumenta la aparición de resistencias o mutaciones en las bacterias, cambiando su respuesta a los antibióticos y haciéndose resistentes a su acción».

Por eso, los antibióticos sólo deben tomarse en caso de ser prescritos por un médico.

Una vez se inicia el tratamiento, hay que cumplir con los horarios y con los días, y nunca finalizarlo antes aunque se note mejoría en los síntomas. En caso de que sobren dosis no deben guardarse para un posterior autoconsumo o dejárselos a otra persona, pues no siempre se usa el mismo medicamento para afecciones similares.