Los niños y los ancianos son los grupos a los que más afecta el cambio de hora, que es «menos dramático» que el que se realiza en marzo ya que en esta ocasión se gana una hora al reloj, pero que las personas más sensibles pueden estar unos días, «nunca mas de una semana», con cierto problemas para conciliar el sueño. Así lo explica el doctor Hernando Pérez Díaz, Coordinador de la Unidad del Sueño de Quirón Sagrado Corazón de Sevilla y del Grupo de Estudio de Trastornos de la Vigilia y Sueño de la Sociedad Española de Neurología (SEN), quien recomienda, para minimizar el impacto, mantener horarios regulares de alimentación y sueño, adaptados a los ciclos de luz y, siempre que sea posible, hacer el cambio horario de forma gradual; evitar el uso de excitantes como el café, el té o el chocolate en las horas próximas al sueño y evitar siestas superiores a 20 minutos.
«El núcleo supraquiasmático del cerebro es una especie de reloj cuyo efector es la melatonina, encargada de regular el sueño y que se rige por los ciclos de luz y oscuridad», explica este especialista, quien matiza que «en función a nuestra biología, el ser humano es diurno».
Para el mejor aprovechamiento de las horas de sol y para ahorrar en consumo eléctrico se realizan, dos cambios horarios en octubre y en marzo, estando en cuestión si es realmente son efectivos o si sería conveniente volver al huso horario que nos corresponde por el meridiano, ya que vamos una hora adelantados: deberíamos ir como Gran Bretaña, pero estamos subordinados al huso horario de Berlín desde el año 1974, recuerda.
Según indica el doctor, «estos tienen sentido biológicamente, pero como hemos ido atrasando nuestro inicio del sueño por horarios laborales o factores sociales como el discutido ‘prime time’ televisivo (donde el 90 por ciento de los programas finalizan mas tarde de las 23:30 y el 55 por ciento mas tarde de la medianoche) requerimos de un periodo de adaptación al nuevo horario».