Redacción, 21-05-2014.- El ejercicio es un valioso componente aún infrautilizado en la atención posterior al accidente cerebrovascular, según concluye una declaración científica publicada en ‘Stroke: Journal of the American Heart Association’, que propone prescribir a los supervivientes la práctica de ejercicio tras comprobar que experimentan pérdida de acondicionamiento físico y pasan a llevar estilos de vida inactivos, disminuyendo su capacidad para realizar actividades de la vida diaria y aumentando el riesgo de otro accidente cerebrovascular.
«Hay una fuerte evidencia de que la actividad física y el ejercicio después del accidente cerebrovascular pueden mejorar la condición cardiovascular, la capacidad de caminar y la fuerza del brazo», afirma Sandra A. Billinger, autora principal de la declaración y terapeuta física en el Centro Médico Kansas de la Universidad de Kansas, en Estados Unidos. «Además, investigaciones recientes sugieren que el ejercicio puede mejorar los síntomas depresivos, la función cognitiva, la memoria y la calidad de vida después del accidente cerebrovascular», añade.
Sin embargo, lamenta que «muy pocos profesionales de la salud prescriben el ejercicio como una forma de terapia para el accidente cerebrovascular». «Hay una gran brecha en América entre el momento en que los pacientes con ictus son dados de alta de la rehabilitación y la transición a programas de ejercicios comunitarios cuando van a casa. Muchos se quedan por su cuenta. No tenemos un sistema para ayudar a los pacientes con accidente cerebrovascular a que se sientan cómodos con el ejercicio», argumenta.
La actividad física es el movimiento corporal producido por los músculos esqueléticos que utilizan la energía y el ejercicio es un subconjunto de la actividad física que está planificado, estructurado y se realiza de forma repetitiva para mejorar o mantener la condición física. Los supervivientes de un ictus deben superar varias barreras para realizar ejercicio, como la gravedad de su accidente cerebrovascular, la fatiga, la depresión, la falta de apoyo social, la asequibilidad y la motivación.
«Estos pacientes pueden no saber cómo o no poder permitirse el lujo de aprovechar las ventajas de los programas de ejercicio en sus comunidades, ser incapaces de conducir hasta un gimnasio o no sentirse cómodos yendo a un gimnasio», explica Billinger. «Nosotros, como profesionales de la salud, tenemos que ayudar a los pacientes con ictus a desarrollar las habilidades y la confianza necesarias para comenzar y mantener un programa de ejercicios que incluya ejercicio aeróbico y entrenamiento de fuerza como parte de su atención al ictus», apuesta esta experta.
«La clave para hacer ejercicio es que sólo funciona si se hace de forma coherente», sentencia Billinger. Por ello, algunas de las recomendaciones estatales para la atención posterior al accidente cerebrovascular incluyen adaptar las prescripciones de ejercicio a la tolerancia del paciente, la etapa de recuperación, el medio ambiente, el apoyo social disponible, las limitaciones en la actividad y las preferencias de actividad física.
Minimizar el reposo en la cama en los días inmediatos después del accidente cerebrovascular y que los sobrevivientes se sienten o se paren de forma intermitente, iniciar un programa de entrenamiento cuando los pacientes son médicamente estables para recuperar o sobrepasar los niveles de actividad anteriores a su accidente cerebrovascular y usar programas de rehabilitación que incorporen ejercicio aeróbico, entrenamiento de fuerza, flexibilidad y equilibrio son otros consejos.
La recomendación general es que los supervivientes de ictus hagan ejercicio al menos tres días a la semana durante entre 20 y 60 minutos, dependiendo de su capacidad funcional individual. Muchos sobrevivientes de accidentes cerebrovasculares pueden tolerar mejor múltiples ejercicios de intensidad moderada de 10 a 15 minutos, además de que simples actividades que reconstruyen poco a poco la resistencia y la fuerza, como caminar por el barrio o realizar tareas del hogar, suman beneficios y marcan una diferencia, según Billinger.
«Cualquier cosa es mejor que sentarse en el sofá», afirma esta investigadora. El accidente cerebrovascular es la cuarta causa principal de muerte en Estados Unidos y una de las principales causas de discapacidad a largo plazo. En 2030, nada menos que 11 millones de personas podrían vivir tras un ictus a medida que más personas viven más tiempo.
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