Redacción, 17-03-2014.- Investigadores de la Universidad de Tokio descubrieron en el 2007 una alteración genética en cánceres de pulmón que afectan a personas jóvenes no fumadoras. Meses después se iniciaban ensayos clínicos de un fármaco contra esta alteración genética, informa Josep Corbella en las páginas de ‘La Vanguardia’. Los primeros resultados de los ensayos, muy positivos, se presentaron en el 2010. Al año siguiente, en agosto del 2011, se autorizaba la comercialización del crizotinib. Sólo habían pasado cuatro años desde el descubrimiento de la alteración genética en este tipo de cáncer de pulmón.
El crizotinib sólo es eficaz para aquellos pacientes que tienen una alteración concreta en el gen ALK, que son una minoría. Pero es «un ejemplo de cómo los resultados de las investigaciones están llegando cada vez más rápido a los pacientes», explica Josep Baselga, director médico del hospital Memorial Sloan Kettering en Nueva York. «Hasta hace poco decíamos que los resultados de la investigación tardaban entre diez y quince años en llegar a los hospitales. Pero hay muchos casos en que ahora podemos reducir este tiempo a la mitad».
El crizotinib es también, tal y como señala La Vanguardia, un ejemplo de cómo las nuevas terapias diseñadas para atacar moléculas concretas de las células tumorales están cambiando el pronóstico de cánceres que hasta hace poco tenían pocas opciones de tratamiento.
«Hay otros muchos ejemplos», añade Josep Tabernero, jefe del Instituto de Oncología de Vall d’Hebron (VHIO), centro líder en Europa en ensayos clínicos de nuevos fármacos oncológicos. Está el ibrutinib, aprobado el pasado noviembre contra un tipo de linfoma y un tipo de leucemia, sólo seis años después de que la empresa Celera Genomics de EE.UU. diseñara el fármaco.
También están el vemurafenib y el ipilimumab contra un elevado porcentaje de melanomas. El lapatinib contra algunos cánceres de mama. El recién llegado idelasilib contra algunos linfomas y algunas leucemias de mal pronóstico. El caso clásico del imatinib (más conocido por su nombre comercial Glivec), que la compañía Novartis había abandonado porque no funcionaba bien como antiinflamatorio y que fue rescatado por la insistencia de los investigadores, porque descubrieron que podía ser útil contra un tipo de leucemia, y después también contra un tumor gastrointestinal…
«Estamos quemando etapas en todas las fases del desarrollo de las nuevas terapias», explica Joan Albanell, jefe del servicio de oncología del hospital del Mar. Se ha acortado el tiempo de diseño de las moléculas que se convertirán en fármacos, el tiempo de los ensayos clínicos para comprobar su eficacia y el tiempo que tardan las autoridades sanitarias en aprobarlos.
El diseño se ha acelerado gracias a los avances científicos de las tres últimas décadas, desde el descubrimiento de los primeros genes del cáncer humanos en 1982, que han revelado las interioridades de las células tumorales. Ahora los investigadores saben cómo deben ser las moléculas para atacar las células cancerosas.
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