Redacción, 06-02-2015.- Los estudios neurocientíficos han demostrado que las personas proclives a la adicción tienen niveles bajos de receptores de dopamina en determinadas áreas del cerebro. Las personas obesas tienen también niveles bajos de dopamina cerebral, al igual que los adictos a la cocaína. Según explica a Infosalus la doctora Reina García Closas, investigadora y coautora de ‘Emodieta.
Controla tus emociones, controla tu peso’ (Salsa Books, 2014), investigaciones recientes han concluido que los alimentos muy sabrosos, los denominados alimentos ‘confort’, podrían inducir procesos adictivos. Los hidratos de carbono refinados producen en el cerebro un aumento de la serotonina, dopamina, endorfinas y opioides, dando lugar a efectos sedantes y placenteros.
Además, el estrés podría también jugar un importante papel en la preferencia por determinados alimentos, apunta la doctora. «La grasa modula la palatabilidad, sabor, olor y textura de los alimentos (los hace más apetecibles y sabrosos) y el estrés crónico eleva la intensidad del valor de recompensa que producen estos alimentos lo que a su vez aumenta el riesgo de adicción», señala.
La serotonina es la hormona del bienestar, buen humor y placer. Su deficiencia produce ansiedad, bajo estado de ánimo, cambios de humor, irritabilidad, angustia, impaciencia o ira. Sus niveles aumentan por la tarde-noche. «Si los niveles de serotonina están bajos, buscaremos un modo rápido (y aprendido de modo inconsciente ya en la infancia) de aumentar sus niveles, tomando alimentos que hagan elevar la serotonina plasmática», apunta García Closas, que hacer referencia así a alimentos como chocolate, galletas, dulces, cereales, snacks, zumos y bebidas dulce, es decir, hidratos de carbono refinados.