Redacción, 17-05-2017.- Pedro Alonso ha sido reconocido en la IX Edición de los Premios Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento por sus aportaciones en la lucha contra la malaria. Se reproducen a continuación algunos aspectos destacados de la entrevista que concedió a ‘El Mundo’ en relación a los avances contra la malaria desde su posición como director del Programa Mundial de la Malaria de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
P. Uno de los objetivos de la Estrategia Técnica Global contra la Malaria 2016-2030 de la OMS es reducir la tasa de mortalidad en un 40% para 2020. Aunque es pronto para hacer balance, ¿te muestras optimista en relación a conseguirlo?
R. Evidentemente es pronto todavía. En el último informe, de diciembre de 2016, es la primera vez que hemos empezado a mirar qué tan bien vamos con respecto a los objetivos de la estrategia global. La estrategia global tiene cuatro objetivos: reducciones del 40% en muertes y 40% en enfermedad, eliminar la malaria en 10 países y, por último, la no reintroducción. Los dos primeros están muy ligados a la reducción de enfermedad y muerte y dos objetivos ligados a la eliminación. En este informe, lo que decimos es: no podemos asegurar que vayamos a conseguir estos dos objetivos antes de 2020, no podemos decir seguro que vayamos a llegar. En cambio, en los dos últimos vamos a ir muy bien, incluso podemos llegar a sobrepasar las expectativas. Esto en gran medida viene determinado por la financiación. La financiación aumentó mucho entre los años 2005 y 2010-2011 pero, desde entonces, se ha mantenido, aunque no ha caído todavía. Esto supone que ahora mismo estemos en un 50% de la financiación de donde deberíamos estar. Con lo cual, si no se consigue aumentar la financiación, y no necesariamente solo de los países donantes sino también de los propios países afectados, va a ser difícil lograr esto. Pero no estamos todavía en el punto de decir: nos rendimos.
P. ¿Y el objetivo de reducir la mortalidad en un 90% en 2030? ¿Se vería afectado también?
R Está por ver. Ese objetivo aún queda lejos. Cuando hicimos estos objetivos, se hizo utilizando diferentes técnicas y un elemento que no está introducido en la ecuación de las estimaciones de qué podríamos lograr es el desarrollo económico. Está claro que el desarrollo económico, en general, beneficia en positivo la lucha contra la malaria: la urbanización, la electrificación, la mejora de las casas etc. Todo eso tiene un impacto positivo. África está creciendo, lleva una década creciendo económicamente… Por tanto, lo del 90% ya lo veremos, va a estar complicado pero ciertamente no es momento de aceptar una derrota. Lo importante es que incluso con la financiación estancada seguimos reportando disminuciones. Lo que pasa que a lo mejor la disminución en algunas zonas geográficas en vez de ser del 40% está siendo del 35% o del 30%, pero no es de 0% o negativa.
P. ¿Se puede hablar de erradicación y eliminación de la malaria?
R. Hay tres términos importantes: control, eliminación y erradicación. Esto ha generado y genera mucha confusión. Control es reducir la enfermedad y muerte a niveles aceptables desde un punto de salud pública. Eliminación es eliminar completamente el parásito en una zona geográfica. El año pasado Sri Lanka eliminó la malaria. A lo mejor este año China elimina la malaria. Erradicación es a nivel global, es que desaparezca del mundo. Hace 50 años, la terminología era distinta. El término erradicación generó mucho miedo en la OMS porque hubo un primer intento de erradicar la malaria en los años 50 que fracasó. El trauma del fracaso hizo que el término erradicación diese cierto respeto. Ahora esto se empieza a ver con otra visión, se trata con más cautela. Queremos erradicar la malaria, ¿lo vamos a conseguir en 10 años? No. ¿En 15? Casi seguro que tampoco. Por tanto, es necesario gestionar las expectativas. No hay nada peor que poner una fecha y no conseguirlo.
P. Es inevitable preguntar por la vacuna, ¿en qué estado se encuentra?
R. Llevamos desde noviembre que se confirmó la financiación trabajando, seleccionando y preparando los países y la previsión es empezar las vacunaciones en el segundo trimestre del 2018, posiblemente la primera semana de abril. Es una vacuna con una eficacia moderada, pero es una buena primera generación de vacunas. De hecho, es la primera que tiene una evaluación positiva de una agencia reguladora. Es cierto que es complejo: son cuatro dosis, administradas durante 18 meses. Queremos empezar por tres países (Kenia, Ghana y Malawi). Que los ministerios la empiecen a usar y nosotros podamos evaluar qué tan bien se consigue administrar las cuatro dosis. Por eso se empieza de una forma relativamente pausada.
P. La eficacia de la vacuna es parcial y varía entre el 27 y el 36% ¿Qué obstáculos se encuentran para aumentar la eficacia de la vacuna?
R. Hay dos elementos distintos. Uno es qué tan bien se puede aplicar esta vacuna y otra es cómo mejorar su eficacia. Lo primero es lo que se trata de evaluar con las aplicaciones piloto. Hasta ahora ha sido todo un proceso bajo un contexto de investigación. Ahora lo que hacemos es ver lo que ocurre en la vida normal porque, lo que sí sabemos, es que si no se aplica la cuarta dosis la eficacia disminuye. Ahora en la aplicación real, vamos a medir, entre otras cosas, qué porcentaje de población recibe las cuatro dosis. Las vacunas se dan dentro de un calendario vacunal muy establecido. Para esta vacuna es necesario cambiar el calendario vacunal para ajustar esa cuarta dosis, que ocurre 12 meses después de la tercera. Por tanto, hay que ver la aplicabilidad de la vacuna. En cualquier caso la eficacia es moderada, puede tener un impacto en la salud pública muy notable, pero evidentemente una vacuna queremos que tenga no un 40% de eficacia sino un 80 o un 90%. Pero son dos abordajes distintos, uno es ver qué pasa al aplicar lo que tenemos y la otra es cómo se mejora.