Redacción, 01-04-2021.- Sari Arponen, especialista en Medicina Interna y autora del libro «¡Es la microbiota, idiota! responde al diario La Razón:
Pregunta- El título de su obra, «¡Es la microbiota, idiota!» resulta muy directo. ¿Por qué se habla ahora tanto de esto?
Respuesta- Porque cada vez existe más evidencia científica, gracias a la revolución tecnológica, del funcionamiento y la importancia de la microbiota en la salud. No creo que sea una moda, sino que ha venido para quedarse y en el futuro próximo se incorporará en la actividad clínica habitual y en la Sanidad pública.
P- ¿Todavía es algo desconocido y poco valorado en la práctica clínica?
R- Sí, aunque cada vez surgen más iniciativas de formación específicas. Por suerte, en España en particular los nutricionistas son un colectivo muy concienciado con la microbiota, aunque no tanto otras especialidades médicas.
P- ¿Qué problemas de salud pueden vincularse con una microbioma desequilibrado?
R- Son muchas las patologías que tienen una relación directa. Es el caso de las intolerancias alimentarias, los problemas digestivos, las cefaleas, las alergias, las enfermedades respiratorias como el asma, las neurodegenerativas como el alzhéimer o el párkinson, la diabetes y algunos tumores. No es que una disbiosis de la microbiota por sí sola te haga enfermar, pero sí es un factor determinante que sumado a una predisposición genética puede volcar la balanza.
P- ¿Qué ventajas aporta una microbiota saludable?
R- La más famosa es la intestinal, pero tenemos en todo el organismo, como en la boca, en la piel, en los genitales… Fundamentalmente nos protege de microorganismos peligrosos que podrían producir enfermedades y también refuerza de una manera muy importante nuestras defensas. Para que el sistema inmunitario funcione bien, nuestra microbiota debe estar en equilibrio. Por el contrario, cuando hay un microbioma desequilibrado, el sistema inmunitario producirá una inflamación para defenderse de ese desajuste.
P- Entonces, ¿puede ser un buen escudo frente al SARS-CoV-2?
R- Sí hay estudios científicos muy interesantes que aseguran que si la microbiota de la boca, de la nariz y la intestinal están en equilibrio eso favorece que la evolución de la Covid-19 sea menos grave y que no se produzca una inflamación excesiva y la famosa tormenta de citoquinas. Esto no significa que se pueda prevenir el contagio, pero sí parece que al menos mitiga su impacto.
P- ¿Cómo afecta la Covid-19 a la microbiota de los infectados?
R- Sabemos que esta nueva enfermedad provoca una disbiosis, es decir, una alteración de la microbiota intestinal de los afectados, tanto por la propia infección, como por la inflamación y por los fármacos que se utilizan. Eso provoca que queden secuelas a largo plazo.
P- ¿Sería entonces recomendable hacer un control de esa microbiota tras pasar la enfermedad?
R- Estaría bien tener un enfoque integral de salud en el que también se incluya el análisis de la microbiota. Para ello habría que hacer un control con un especialista actualizado en la materia que pueda recomendar el uso concreto de probióticos si fuera necesario.
P- Sin llegar a recurrir a eso, ¿de qué manera nosotros podemos lograr una microbiota saludable en el día a día?
R- Conseguirlo pasa por la combinación de cuatro pilares: una alimentación equilibrada, practicar ejercicio físico, control del estrés crónico, aunque ahora es complicado por la pandemia, y descanso nocturno adecuado. Esta es la base, pero también resulta importante evitar tóxicos como el tabaco, el alcohol, reducir el estrés, así como la exposición a la contaminación. Además, es imprescindible no tomar fármacos sin control médico, como los mal llamados protectores gástricos, pues la gente puede pensar que ayudan a proteger el estómago, pero resultan muy perniciosos porque cambian la fisiología intestinal.
P- ¿El intestino es el segundo cerebro?
R- Sin duda, y por eso conocer y entender sus microbios nos ayudará a tener una mejor salud física y también psicológica.