Redacción, 29-11-2020.- Con la irrupción de la crisis sanitaria, un importante número de trabajadores experimentaron su primera incursión en el teletrabajo, teniendo que afrontar numerosos desafíos, tanto laborales (coordinación a distancia, cambios en los procesos y herramientas…) como relacionados con su bienestar físico y mental.
A pesar de que muchos de los retos concernientes al ámbito organizacional se han ido superando gracias a la iniciativa de las empresas, los altos niveles de estrés y el aumento del sedentarismo siguen siendo algunos de los efectos menos deseados sobre la salud del trabajo en remoto. Esto se traduce en una mayor dificultad para desconectar, aparición de sensación de aislamiento, disminución de la concentración, dolores musculoesqueléticos, aumento de peso, problemas en el descanso nocturno, pesadez en las piernas o trastornos digestivos.
Según el último estudio de Cigna, ‘COVID-19 Global Impact’, el estrés ha aumentado nueve puntos desde el confinamiento, hasta llegar al 73% de españoles en esta situación en agosto.
En palabras de la doctora María Sánchez, e-Health Medical Manager de Cigna España, “el incremento de los niveles de estrés y del sedentarismo podrían afectar seriamente a nuestra calidad de vida. Por ello, es clave estar más atentos que nunca a las señales de nuestro cuerpo y apostar por la prevención. Si no, estos problemas podrían dar lugar a patologías más graves: depresión, ansiedad, obesidad, enfermedades cardiovasculares, diabetes, algunos tipos de cánceres y trastornos del aparato locomotor”.
Cigna ha identificado señales que detectan si el teletrabajo está afectando al bienestar físico y mental:
- Dificultad para desconectar de las obligaciones laborales. Si no se consigue descansar lo suficiente y evadirse de las cuestiones relacionadas con la empresa, podría llegar a experimentarse lo que se conoce como ‘burn out’ o desgaste profesional.
- Aumento involuntario de la jornada laboral. Para que el teletrabajo funcione, es fundamental encontrar la forma de organizarse y autogestionarse de forma eficiente y productiva. De no conseguirlo, se corre el riesgo caer en una sobrecarga de trabajo, en un aumento involuntario de la jornada laboral y en la sensación de sentirse desbordado y frustrado por no cumplir con lo que la empresa pide.
- Mayor sensación de aislamiento. La socialización del día a día con el resto de los compañeros y supervisores se ha reducido. En el caso de aquellos que viven solos, esta disminución de contacto directo con otros podría dar lugar a sentimientos de aislamiento o, peor aún, de soledad; una emoción que, a largo plazo, puede manifestarse tanto a nivel físico como psicológico.
- Menor rapidez mental y concentración. El cúmulo de pensamientos negativos y situaciones estresantes no es positivo para la mente. La razón es que, cuando se sufre estrés, no somos capaces de tomar el control ni poner orden en nuestros pensamientos. Además, también hay que tener en cuenta que cuerpo y cerebro van de la mano, por lo que tener un nivel inadecuado de movilidad provocará un peor riego sanguíneo.
- Dolores musculoesqueléticos. Pasar varias horas sentado sin combinarlo con ningún tipo de actividad física también podría provocar que se cargue innecesariamente la zona lumbar. A esto se une también la inadecuada ergonomía del lugar de trabajo: sillas incómodas, mesas con escaso espacio, realizar las tareas laborales sentados en el sofá o tumbados en la cama, el ordenador en mala posición, mala iluminación…
- Aumento de peso. De igual modo, despertarse y sentarse de inmediato en el ordenador sin tener la necesidad de desplazarse al lugar de trabajo apenas ocasiona gasto calórico. Si a esto se le suma el hambre emocional, provocada por la sensación de aislamiento, soledad, estrés o incertidumbre actuales, el riesgo de aumentar de peso es mucho mayor.
- Problemas en el descanso nocturno. Estar en un estado de tensión provoca que no se duerma lo suficiente. Para revertir esta situación, una buena solución es realizar algún tipo de actividad física, ya que provoca un consumo de energía considerable y ayuda a liberar endorfinas. Sin embargo, si no se realiza ningún esfuerzo de este tipo, no se producirá ese gasto energético que transmita al organismo la necesidad de descanso, y tampoco se llevará a cabo la segregación adecuada de endorfinas, hormonas que inciden directamente en nuestra relajación y sincronización del ciclo de sueño-vigilia.
- Pesadez en las piernas. Permanecer sentado durante largos periodos de tiempo también perjudica la circulación sanguínea en las piernas, y provoca una mayor retención de líquidos en las extremidades inferiores.
- Trastornos digestivos. Una posición sedentaria durante toda la jornada laboral perjudica el tránsito intestinal y la absorción de nutrientes, ocasionando malas digestiones y produciendo cuadros de diarrea o estreñimiento.