Redacción, 09-05-2015.- El trastorno afectivo estacional son episodios relacionados con la depresión que ocurren siempre en la misma época del año, que generalmente suele ser durante los meses de otoño e invierno. Este trastorno puede comenzar durante la adolescencia y ocurre con mayor frecuencia en las mujeres que en los hombres.
¿CANSADO Y TRISTE EN INVIERNO?
Durante los días cortos y tristes de invierno, muchas personas se sienten cansadas y con sueño, tienden a estar deprimidas e irritables y tener dificultad para concentrarse, pero una vez que llega la primavera se siente bien.
Vanderbilt, en Nashville, Estados Unidos, informa en la edición de este jueves de ‘Current Biology’ que ha localizado los efectos del ciclo de luz estacional que impulsan el trastorno afectivo estacional (SAD, por sus siglas en inglés) en una pequeña región en el cerebro medio llamada el núcleo dorsal del rafe en un experimento con ratones, un modelo animal común para estudiar la depresión en los seres humanos.
Tanto en ratones como en humanos, el núcleo dorsal del rafe es un área donde están muchas de las neuronas especializadas que controlan los niveles de serotonina en todo el cerebro. Debido a que altas concentraciones de serotonina se asocian con sentimientos de bienestar y felicidad, mientras que los niveles bajos están relacionados con la depresión, ésta desempeña un papel importante en la regulación del estado de ánimo de una persona. Los biólogos han sabido que las variaciones en la cantidad de luz solar que recibe una persona y su reloj circadiano juegan un papel en el trastorno y también han observado que los neurotransmisores serotonina y melatonina pueden estar involucrados. Sin embargo, hasta ahora no se han identificado los mecanismos neurobiológicos subyacentes responsables.
Este estudio ha encontrado que el ciclo día/noche en el que nacen las personas puede tener un efecto duradero en el nivel de actividad de las neuronas en esta región. «Tuvimos la idea para este estudio de un informe de psiquiatras vieneses que encontraron una correlación de la temporada de nacimiento en pacientes con SAD», relata el autor principal del estudio, la estudiante graduada Noah Green. Los biólogos decidieron concentrar su investigación en el núcleo dorsal del rafe porque estudios previos habían demostrado que está vinculado a un reloj biológico maestro del cerebro y también responde a la melatonina, una hormona que interviene en la regulación de una serie de funciones fisiológicas relacionadas, incluyendo el sueño, la presión arterial y la reproducción estacional. Para probar el efecto de los ciclos de luz estacionales, se dividió a los ratones en tres grupos. Un grupo nació y se crió en un ambiente con un ciclo de luz como el de verano, de 16 horas de luz y ocho horas de oscuridad.
El segundo nació y se crió con un ciclo de 12 horas de luz y 12 de oscuridad, como la primavera y el otoño. El tercer grupo nació y se crió en un ciclo de luz similar al del invierno, con ocho horas de luz y 16 de oscuridad. Aparte del ciclo de luz, los ambientes eran idénticos. Los científicos desarrollaron una serie de pruebas para determinar si los ratones estaban deprimidos o, con mayor precisión, si mostraban comportamientos depresivos. Por ejemplo, una de las prueba consistía en la natación forzada, donde los investigadores pusieron al ratón en un charco de agua y midieron la cantidad de tiempo que pasaron intentando salir y cuánto tiempo flotaron pasivamente. Argumentan que un ratón deprimido gasta menos tiempo luchando que un ratón normal. Los ratones flotan, por lo que no resultan lastimados cuando dejan de nadar.
LA LUZ DE VERANO, VINCULADA CON MENOS DEPRESIÓN
Mediante la realización de varias de estas pruebas, los investigadores de Vanderbilt encontraron que los ratones del ciclo de luz de verano mostraron niveles más bajos de comportamientos de depresión que sus contrapartes del ciclo de luz de invierno o primavera/otoño. Cuando los biólogos examinaron los cerebros de los individuos de los tres grupos, detectaron una historia coherente con las pruebas de comportamiento.
En concreto, encontraron que las neuronas serotoninérgicas se encendieron más rápido en los ratones del ciclo de luz de verano y que tenían niveles elevados de serotonina y el neurotransmisor norepinefrina, conocido por excitar las neuronas serotoninérgicas. «Antes, pensábamos que la serotonina estaba probablemente involucrada. Ahora sabemos que las neuronas serotoninérgicas están definitivamente implicadas», subraya Douglas McMahon, presidente de Ciencias Biológicas en Vanderbilt y supervisor del estudio.
Curiosamente, cuando los ratones nacidos en los ciclos de luz de verano fueron cambiados a los ciclos de luz de invierno, el aumento de la activación de las neuronas de serotonina persistió durante varios meses, hasta la edad adulta de los ratones. «Esto demostró que fotoperiodos estacionales en vida temprana pueden tener efectos perdurables sobre las neuronas de serotonina. Si este efecto se produce en los seres humanos y es de larga duración, podría contribuir al riesgo de SAD modulado por la temporada de nacimiento», dice McMahon. Los investigadores también tuvieron la oportunidad de probar el papel de la melatonina.
Normalmente, la hormona afecta a las neuronas serotoninérgicas en el núcleo del rafe mediante la unión a una estructura especial en la superficie de las neuronas que se llama receptor de la melatonina 1. Estos expertos obtuvieron una cepa de ratones modificados genéticamente con el receptor de la melatonina 1 «noqueado». Aunque las glándulas pineal en estos roedores funcionaron con normalidad, sus neuronas serotoninérgicas no podían responder a la melatonina porque carecían de los receptores adecuados. Cuando hicieron crecer ratones sin melatoina 1 en los tres diferentes fotoperiodos, los investigadores encontraron que el efecto estacional desapareció.