Redacción, 12-06-2019.- En la Enfermedad Inflamatoria Intestinal (EII) existe un trastorno en la microbiota intestinal caracterizado por una falta de diversidad de microorganismos, lo que hace que el ecosistema intestinal sea más inestable y por lo tanto, que los pacientes sean más propensos a sufrir brotes. El mantenimiento de la remisión (ausencia de brotes) en esta enfermedad es importante para que los pacientes no pierdan calidad de vida. Seguir una dieta mediterránea, rica en prebióticos, con alimentos como la alcachofa, achicoria, cebolla, ajo, espárragos, cereales integrales y semillas, entre otras medidas, ayuda a los pacientes con EII a mejorar la diversidad de su microbiota intestinal y poder mantenerse estables en su enfermedad.
Tal y como recoge la Sociedad Española de Patología Digestiva (SEPD), la microbiota intestinal es la población de microorganismos que habitan en nuestro intestino. Se sabe que existen alrededor de 10 millones de genes microbianos distintos y desempeñan un papel muy importante en la vida de las personas y en el funcionamiento del organismo, ya que realizan funciones fisiológicas imprescindibles con un impacto directo en la salud de las personas.
Aunque se comparten muchas características, cada ser humano tiene su propia microbiota intestinal sin la cual no se podría vivir, dado que fabrica vitaminas (como la B12 o el el folato), produce moléculas importantes para el organismo (como los fitoestrógenos o los ácidos grasos de cadena corta), defiende contra microorganismos nocivos, influye sobre las calorías ingeridas y ayuda a producir serotonina, entre otras funciones.
Según la Dra. Natalia Borruel Sainz, especialista de la SEPD, “en los casos de EII se produce un trastorno en la microbiota que genera un ecosistema con falta de bacterias beneficiosas (llamadas beneficiosas por su efecto regulador y antiinflamatorio) que probablemente tiene relación con el estilo de vida occidental actual. Los estudios apuntan que, en el proceso de industrialización y desarrollo de nuestra sociedad hemos perdido algunos microorganismos que convivían con el ser humano desde tiempos ancestrales y que tenían efectos beneficiosos en la salud. El estilo de vida es un factor relevante, aunque no único, en el desarrollo de dicha enfermedad y en el de otras patologias también con alteraciones en la inmunidad”.