Redacción, 05-06-2021.- El cáncer infantil es una enfermedad poco frecuente que representa únicamente el 1% o 2% de los casos detectados en adultos. En España se diagnostican cada año alrededor de 1.100 casos de enfermedad tumoral en menores de 14 años, según datos del Registro Español de Tumores Infantiles (RETI), unos 1.600 si se tiene en cuenta a los adolescentes. Sin embargo, el espectacular aumento en el índice de supervivencia experimentado en las últimas décadas -el 81% a los cinco años según los datos del RETI-SEHOP de 2020-, pone de manifiesto la importancia de elaborar un plan de seguimiento a largo plazo -adaptado a cada caso en función de las particularidades del diagnóstico y tratamiento- para detectar precozmente las secuelas que vayan apareciendo y poder garantizar la calidad de vida de estos pacientes.
Tal y como recoge la AEP, la problemática de los supervivientes del cáncer infantil será objeto de debate en el II Congreso Digital de la Asociación Española de Pediatría, que dedica uno de sus bloques a la oncología pediátrica. Como explica la doctora Catalina Márquez Vega, directora de la Unidad de Pediatría y Áreas específicas del Hospital Universitario Virgen del Rocío, en Sevilla: “A pesar de su baja incidencia, el cáncer sigue siendo la primera causa de muerte por enfermedad en los niños mayores de un año. Los más frecuentes son las leucemias y aquellos que afectan al sistema nervioso central; juntos suponen el 50% de los tumores infantiles”.
El tema del largo superviviente, explica, “es una cuestión que nos planteamos desde hace unos años, cuando empezamos a ver este aumento espectacular en la supervivencia y, con ello, en el número de personas que tendrá secuelas a lo largo de su vida. Se estima que 1 de cada 500 adultos ahora mismo puede ser superviviente de un cáncer infantil”.
La oncología pediátrica trabaja para intentar minimizar los efectos secundarios de los tratamientos y garantizar la calidad de vida de los pacientes, en los que las secuelas, tanto físicas como psicológicas, pueden manifestarse incluso varios años después de haber superado la enfermedad.
Se ha visto que, conforme aumentan los años de seguimiento, siguen apareciendo nuevas secuelas, por lo que lo más adecuado sería hacer un seguimiento individualizado durante toda la vida. “Los niños o adolescentes a los que se les ha diagnosticado y tratado un cáncer van a vivir muchos; no se trata solo de controlarles a corto plazo para descartar recaídas, sino de observar precozmente las secuelas que pueden ir apareciendo”, apunta la doctora Márquez.