Redacción, 19-10-2021.- Los atascos forman parte del día a día de muchas personas. De hecho, España es uno de los países de la Unión Europea que más sufre de este mal de las carreteras. Según las estadísticas aportadas por Tráfico, en nuestro país los conductores sufren una media de 30 horas extras al volante cada año por culpa de las congestiones.
Tal y como recoge 20 minutos, por su parte, el último Informe Anual de Medición de Tráfico publicado por Inrix en 2020 y que estudia la congestión en numerosos países sitúa la media de horas perdidas al volante en nuestro país en 18: con Zaragoza a la cabeza (27), Palma de Mallorca con 23, seguidas de Madrid, Badajoz, Cartagena y Girona con una media de entre 18 y 15. Un dato muy significativo si se tiene en cuenta que éste también fue el año del confinamiento.
Mas allá de los retrasos que provocan continuamente, los atascos tienen consecuencias que pueden afectar directamente a nuestra salud física y mental. Los especialistas los incluyen dentro del grupo de los llamados ‘microestresores’, es decir, pequeños problemas que sumados con frecuencia provocan situaciones de estrés y alteración psicológica. A su vez, los síntomas asociados a este estrés pueden pasar por dolores de cabeza, irritabilidad, pérdida de concentración, disminución del estado de alerta, fuerte estado de ansiedad, somnolencia e, incluso, taquicardias y arritmias.
¿Cuál es la peor consecuencia de mantener altos estos niveles de cortisol (la hormona del estrés) durante mucho tiempo?
Pues que el sistema inmunológico se debilita provocando problemas de memoria, irritabilidad y afectando a nuestra capacidad de aprendizaje, algo que a la larga puede pasar factura a la salud y hacernos más vulnerables a desarrollar un trastorno de estado de ánimo.
Se habla ya del llamado Síndrome de estrés de tráfico, que afecta a aquellas personas que se enfrentan a embotellamientos con frecuencia y puede provocar síntomas como dolor de cabeza, pérdida de concentración, dificultades para respirar, taquicardias o ansiedad. Los atascos también podrían ser un factor desencadenante del trastorno explosivo intermitente, que se caracteriza por una reacción desproporcionada de enfado y rabia que puede ir acompañada, incluso, de agresividad con los conductores vecinos y falta de control en uno mismo.