Redacción, 20-07-2024.- Los niños con necesidades especiales son un grupo de riesgo para desarrollar un Trastorno de Evitación o Restricción de la Ingestión de Alimentos ya que, según el neuropediatra del Hospital HM Nens, el doctor Miguel Ángel Hernández, «las conductas ritualizadas, restrictivas y obsesivas que se ven en trastornos como el Trastorno del Espectro Autista (TEA) y los Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC), cuando afectan a la conducta alimentaria, provocan la aparición de la sintomatología propia de este trastorno».
Concretamente, los niños con Trastorno del Espectro Autista (TEA), Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), Diversidad Funcional de tipo cognitivo, Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) y, especialmente, Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG) tienen más tendencia a desarrollar un Trastorno de Evitación o Restricción de la Ingestión de Alimentos (TERIA), más conocido socialmente como Trastorno del Niño Mal Comedor.
Las conductas rígidas, restrictivas y obsesivas que suelen presentar constituyen un factor relevante a la hora de favorecer la aparición de este Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA) que suele diagnosticarse entre los 2 y 6 años.
Así, según datos de la Asociación Española de Pediatría, el 80% de la población infantil que presenta alguna de estas problemáticas, desencadena un TERIA. A pesar de que se requiere un mayor conocimiento e investigación sobre el TERIA, los estudios realizados hasta ahora revelan que la incidencia entre los casos de TEA es del 18%; entre los de TDAH, del 20%; y entre los de TAG, del 60%.
Tal y como recoge La Razón, el TERIA se caracteriza por presentar una alta sensibilidad a determinadas características sensoriales de algunos alimentos, una restricción en la cantidad que se ingiere o por aparecer como consecuencia de una experiencia traumática como asfixia, vómito u otros síntomas gastrointestinales y se diferencia de la Anorexia o Bulimia Nerviosa porque no hay una distorsión de la imagen corporal ni miedo a aumentar de peso. Sin embargo, sí puede llegar a frenar el crecimiento, provocar cambios significativos de peso (pérdida, sobrepeso u obesidad) y carencias nutricionales.
Joana Torán, una de las nutricionistas de HM Nens, explica que «son niños que no suelen tener mucha sensación de hambre, no muestran ningún interés por la comida o tienen fobia a los alimentos que no les gustan y ante ellos, reaccionan de manera muy intensa».