Redacción, 04-12-2024.- GSK ha presentado hoy una guía de acompañamiento que nace de la necesidad de ofrecer un apoyo integral y comprensivo que aborde tanto los aspectos clínicos de la enfermedad como las necesidades de las pacientes con cáncer ginecológico.
El proyecto “Yo también me llamo Esperanza” ha sido desarrollado por 11 profesionales sanitarios de distintas especialidades, incluidos cuatro oncólogos, y ha contado con el apoyo de las asociaciones de pacientes AMOH (Asociación Mama y Ovario Hereditario) y ASACO (Asociación de Afectados de Cáncer de Ovario), con el objetivo de proporcionar un recurso de referencia para pacientes y familiares, que incluya información sobre la patología y temas relevantes relacionados con la enfermedad y su tratamiento. El evento de presentación en Madrid, moderado por Sandra Ibarra, un referente en la visibilización del cáncer, ha incluido cuatro bloques de mesas redondas que reflejan las etapas naturales del proceso oncológico: “miedo”, “soledad”, “compartir” y “esperanza”.
“La elaboración de esta guía de cuidados y acompañamiento desde el diagnóstico nace de la comprensión de que cada mujer tiene un recorrido único en su experiencia con el cáncer. Esta guía no sólo aporta pautas prácticas, sino que representa un compromiso con las mujeres que atraviesan este proceso, apoyándolas con recursos de autocuidado que abarcan el cuerpo y la mente, y les recuerdan que no están solas en su camino hacia la recuperación”, ha explicado Julia Ruiz, oncóloga del Hospital Universitario Virgen de las Nieves de Granada y directora médica del centro de oncología integrativa Onconature.
A lo largo del tratamiento, las pacientes con cáncer ginecológico pueden experimentar diversos cambios físicos como fatiga intensa, alteraciones hormonales y dolor, que afectan la autoestima y la percepción personal. Estos aspectos no solo suponen un reto físico, sino también emocional, que puede llegar a traducirse en ansiedad, tristeza y, en ocasiones, aislamiento.
Uno de los principales objetivos de “Yo también me llamo Esperanza” consiste en orientar en el autocuidado y en estrategias que ayuden a las pacientes a adaptarse a estos cambios, a reconectar con su bienestar personal durante el tratamiento y mejorar su calidad de vida.
Para Ruiz, “es necesaria una atención integral, que incluya una nutrición adaptada a las necesidades individuales, ejercicio físico moderado para mantener la movilidad y la energía, fisioterapia de suelo pélvico y prácticas de gestión del estrés, como el mindfulness o yoga. Además, el acompañamiento psicoemocional es primordial, ya que permite a las pacientes expresar sus emociones, reducir el miedo y desarrollar resiliencia”.