Redacción, 23-05-2023.- La vitamina D es una molécula imprescindible para el mantenimiento de la salud y el correcto funcionamiento del organismo. Actúa como una hormona que interviene en muchos procesos del organismo, por eso su déficit puede aumentar el riesgo de padecer algunas enfermedades (osteoporosis, obesidad, hipertensión, padecer más infecciones, etc.…).
El ritmo de vida, malos hábitos alimenticios, la falta de exposición solar o patologías musculoesqueléticas y de malabsorción intestinal, entre otras, son responsables de que cada vez se detecten más casos de déficit de esta vitamina. Aunque no existe un consenso firme, se considera que los niveles óptimos se encuentran entre los 30-50 ng/ml 25(OH)D en sangre.
Los alimentos son la principal fuente de todas las vitaminas, excepto de la vitamina D, de la que solo se obtiene un 10% a través de la dieta.
El 90% restante lo fábrica el propio organismo a través de un proceso de síntesis que tiene lugar en la piel cuando la luz solar incide en ella.
Tal y como recoge Farmasierra, cuando se produce un déficit de esta vitamina, la suplementación puede ser un método adecuado para recuperar los niveles óptimos. No obstante, es necesario conocer las dosis adecuadas para cada situación y necesidad, así como los diferentes modos de presentación y administración.
“Hay muchas razones por las que se puede producir un estado carencial de Vitamina D”, explica la Dra. Ana Ortiz, gerente del Área de Salud de Farmasierra, “pero no es lo mismo que se produzca por una baja exposición solar que por problemas de malabsorción intestinal (celiacos, intolerantes a la lactosa, colitis ulcerosa, enfermedad de Crohn, …), renales, hepáticos o que esté asociado al tratamiento con diferentes fármacos. Por eso, para recuperar los niveles óptimos de esta vitamina, es necesario conocer la situación de partida y saber el perfil del paciente, así como diferenciar entre la vitamina D2 (de origen vegetal y menos efectiva) y la vitamina D3 (de origen animal y la más activa)”.