Redacción, 12-02-2022.- Con una sexta ola que ha batido récords de contagios, encontrar a alguien que no se haya infectado de covid en las últimas semanas resulta realmente difícil. Y, sin embargo, los hay. Personas que esquivan el virus una vez tras otra y que no parecen verse afectadas por éste aunque lo tengan incluso en casa. A nadie le extrañan ya los casos de familias en las que algunos miembros se infectan y otros no pese a compartir vivienda, e incluso cama en el caso de las parejas. ¿Cómo es posible que esto ocurra? Un estudio científico realizado en Londres y Milán lo ha descubierto.
Tal y como recoge Heraldo, en una investigación anterior, ya se puso de manifiesto que una buena parte de la población (un 38 % de las personas que participaron en el estudio) contaba con una defensa celular importante frente al coronavirus debido a que poseían inmunidad celular. Y eso pese a que jamás habían estado expuestos a la covid y, por supuesto, nunca habían contraído la enfermedad. Es decir, tenían defensas naturales para enfrentarse a una dolencia con la que nunca habían estado en contacto.
Qué es la inmunidad innata
Es el sistema de protección con el que todos nacemos y que se activa desde el momento de nuestro alumbramiento para brindarnos barreras naturales frente a los agentes externos. La inmunidad innata es la primera línea de defensa del organismo frente a virus, bacterias y demás patógenos que pueden atacar nuestro cuerpo y enfermarnos.
Incluye células del sistema inmunitario que atacan a estos virus mediante la elaboración de una respuesta conjunta y adecuada al problema que se les presenta mientras aguardan a que el cuerpo se prepare con una defensa completa y dirigida, la llamada inmunidad adquirida. Ésta es la inmunidad que acumulamos gracias a haber estado expuestos a virus, haber superado enfermedades o, de manera artificial, a haber recibido vacunas. Los anticuerpos que se generan con la inmunidad adquirida, sobre todo la que se consiguen de forma natural (contacto con patógenos y enfermedades), son mucho más duraderos y resistentes que la protección que brinda la inmunidad innata.
Algunos de los componentes de la inmunidad innata son la tos (evita que una bacteria pueda entrar en nuestro cuerpo a través del sistema respiratorio), las enzimas de las lágrimas, el moco (impiden que los patógenos asciendan desde la nariz hacia el interior del organismo), la grasa de la piel, o incluso los ácidos del estómago.