Redacción, 16-12-2021.- La administración de una tercera dosis de la vacuna frente a la covid-19 comienza a generalizarse en todo el mundo. Estados Unidos ya la aprobó hace tiempo y la Agencia Europea del Medicamento también ha hecho lo mismo. Pero ¿es inevitable? ¿Qué razones se esconden tras esta decisión?
¿Tercera dosis o dosis de recuerdo?
Tal y como recoge Diario Sur, aunque parezca una cuestión semántica –que algo hay de ello– desde el punto de vista inmunológico los conceptos «tercera dosis» y «dosis de recuerdo» son diferentes.
Administramos una tercera dosis a aquellas personas en las que la respuesta obtenida tras la inoculación de dos dosis no ha sido suficientemente robusta. Esto ocurre, por ejemplo, en pacientes con inmunodeficiencias (primarias o adquiridas) o en aquellos otros que se encuentran inmunosuprimidos por razones médicas, como es el caso de los pacientes trasplantados, que han de tomar inmunodepresores de por vida.
¿Cuánto dura la inmunidad conferida por las vacunas?
Depende de la enfermedad más que de la vacuna en sí. Algunas proporcionan una potente inmunidad durante muchos años, como es el caso de la vacuna frente a la fiebre amarilla, que nos protege eficientemente casi de por vida, o la de las paperas, que lo hace al menos durante 27 años.
En el extremo opuesto tenemos otras enfermedades como la tos ferina, en la que la inmunidad comienza a declinar a los 2 o 3 años tras la inmunización.
¿Cuánto dura la inmunidad conferida por las vacunas frente a la covid-19?
Esta pregunta no tiene, de momento, respuesta definitiva, porque no ha pasado el tiempo suficiente. La inmunidad natural frente a los cuatro tipos de coronavirus, parecidos al SARS-CoV-2, y que producen un tercio de los resfriados comunes, no es muy duradera. Por eso sufrimos estos episodios casi todos los años.
¿Cómo influyen las variantes sobre la eficacia de las vacunas?
Mucho. No debemos olvidar que el inmunógeno que contienen las vacunas que estamos administrando es el del virus original. Y desde enero de 2020 ha llovido mucho, y el virus ha mutado también. Así, cada una de las variantes que han ido apareciendo contenían diferencias progresivamente más significativas frente a la cepa original, por lo que era esperable que la eficacia vacunal se viera resentida.
Frente a las variantes conocidas hasta hace pocas semanas ya se observó que la capacidad de neutralización de los anticuerpos producidos en inmunizados era bastante menor.
La buena noticia era que esta disminuida respuesta inmunitaria aún era suficiente para proteger a la población no vulnerable de manera eficaz, por lo que la mayoría de la comunidad científica no consideraba urgente la administración de una dosis de recuerdo con carácter general.
Parecía más apremiante concentrar los esfuerzos en conseguir vacunar a la mayor cantidad de personas en todo el mundo lo antes posible. Dado que estamos ante una enfermedad global, no hacerlo era ponernos en riesgo de que apareciera una nueva variante que escapase a la protección de las vacunas. Y si eso pasaba, volveríamos a la casilla de salida. Confinamientos incluidos.
Y llegó la variante ómicron…
Y la situación cambió por completo. Esta variante ha causado una enorme preocupación porque es la que más se aleja de la original, ya que contiene hasta 50 mutaciones con respecto a ella, un número inusualmente alto. Además, se ha revelado como extraordinariamente infectiva, mucho más que todas las anteriores.
Por si fuera poco, algunos cambios detectados se habían relacionado con una evasión del sistema inmunitario. Por tanto, la posibilidad de que ómicron escapase a las vacunas parecía muy real.
La inevitable tercera dosis
O mejor, de recuerdo. Los modelos predicen, y la evolución en el Reino Unido lo demuestra, que ómicron será en pocas semanas la variante predominante en Europa. Una situación equivalente probablemente se produzca en Latinoamérica, donde ya se ha detectado la variante en Brasil, Argentina, Chile y México, aunque el verano austral quizá module su propagación a corto plazo.