Redacción, 04-07-2024.- Hace ya tiempo que la ciencia demostró que un estilo de vida saludable mejora la calidad de vida de las personas, aumenta la esperanza de vida, disminuye la prevalencia de determinadas enfermedades crónicas y reduce considerablemente la mortalidad. La evidencia al respecto es tan sólida que, en tiempos de fake news, esta parece una verdad a salvo de cualquier teoría de la conspiración.
Pero, ¿qué ocurre con las personas que están genéticamente predispuestas a tener una vida más corta?
Según datos de una investigación llevada a cabo en Islandia, se estima que alrededor del 4% de la población es portadora de lo que se conoce como genotipos procesables, es decir, genotipos asociados a una vida más corta porque aumentan el riesgo de padecer una enfermedad para las cual existen medidas preventivas o terapéuticas disponibles. ¿En estos casos un estilo de vida saludable también puede tener el impacto suficiente para revertir esa predisposición?
A esta pregunta ha respondido un estudio publicado recientemente en la revista científica BMJ Evidence-Based Medicine, con base en los datos de más de 350.000 participantes del Biobanco del Reino Unido a los que se siguió durante una media de 13 años, que ha demostrado que la genética y los estilos de vida tienen un impacto independiente sobre la esperanza de vida de las personas; pero que estos últimos tienen la capacidad de compensar la genética y alargar considerablemente la vida de personas con predisposición a una vida más corta, según recoge El País.