Redacción, 04-08-2022.- La disminución del sentido del olfato de una persona a lo largo del tiempo no solo puede predecir la pérdida de la función cognitiva, sino que también, su rápido declive, puede prever cambios estructurales en regiones del cerebro que son importantes para la enfermedad de Alzheimer y la demencia en general.
Tal y y como recoge Heraldo, esta es la principal conclusión de una investigación liderada por la Universidad de Medicina de Chicago que ofrece «otra pista» de cómo un rápido declive del sentido del olfato es un indicador «realmente bueno» de lo que va a acabar ocurriendo estructuralmente en regiones específicas del cerebro, resume Jayant M. Pinto, uno de sus autores.
La memoria desempeña un papel fundamental en la capacidad humana para reconocer olores y la comunidad científica conoce desde hace tiempo la relación entre el sentido del olfato y la demencia, recuerda un comunicado de la Universidad de Chicago.
Las placas y ovillos -de proteínas- que caracterizan el tejido afectado por el alzhéimer suelen aparecer en las zonas olfativas del cerebro y las asociadas a la memoria antes de desarrollarse en otras partes de este órgano. No obstante, aún se desconoce si este daño es el causante de la disminución del sentido del olfato de una persona.
Pinto y su equipo querían ver si era posible identificar alteraciones en el cerebro que se correlacionaran con la pérdida de olfato y la función cognitiva de una persona a lo largo del tiempo.
«Nuestra idea era que las personas con un sentido del olfato que disminuía rápidamente con el tiempo estarían en peor forma -y tendrían más probabilidades de tener problemas cerebrales e incluso el propio alzhéimer- que aquellas en las que este disminuía lentamente o mantenían un sentido del olfato normal», detalla Rachel Pacyna.
El equipo utilizó datos anónimos de pacientes del Proyecto de Memoria y Envejecimiento de la Universidad Rush, iniciado en 1997 para investigar afecciones crónicas del envejecimiento y enfermedades neurodegenerativas, como el alzhéimer.
Los pacientes se someten a pruebas anuales para comprobar su capacidad de identificar ciertos olores, su función cognitiva o los signos de demencia; a algunos también se les realizó una resonancia magnética.