Redacción, 21-10-2021.-Para quienes no padecen un trastorno psicológico o psiquiátrico, las conductas que derivan de ellos pueden ser difíciles de comprender. Tal y como recoge 20 minutos, el ejemplo paradigmático son aquellas que llevan a las personas a dañarse a sí mismas o incluso a acabar con su vida, contraviniendo el que se nos enseña que es el instinto último más básico que rige el comportamiento humano.
«Hay un gran número de variables tras estos comportamientos»
Sanz explica que es difícil explicar por qué las personas recurren a dañarse a sí mismas sin ser simplistas. «Hay un gran número de variables que operan en su manifestación», argumenta, «algunas no modificables (por ejemplo, es más frecuente en mujeres), otras tienen más que ver con algunos rasgos de la personalidad (como la impulsividad), el consumo de sustancias, el ánimo deprimido, una desregulación emocional general, ciertos estilos cognitivos negativos basados en la culpa y en la responsabilidad interna, una pobre autoimagen…».
«Lo que podríamos decir es que, a mayor complejidad e intensidad afectiva negativa, sería más probable que aparezcan algunas de estas conductas», concluye.
«La tristeza y la depresión son constantes en los dos»
En cualquier caso, «la tristeza y el estado de ánimo depresivo serían constantes de ambas», afirma este experto, lo que no significa que no se puedan establecer algunas diferencias a nivel general entre ellas.
«En cuanto a otros factores de riesgo que interactúan en la conducta suicida, conocemos un buen número de ellos como son los intentos anteriores, un bajo apoyo social, el consumo de sustancias y alcohol, un historial familiar de suicidio, haber vivido situaciones de acoso, encontrarse barreras para acceder a recursos de ayuda o el haber pasado por una importante pérdida recientemente», enumera Sanz.
«La adolescencia es especialmente vulnerable»
A menudo, cuando se ha abordado públicamente este problema se ha hecho hincapié en la incidencia creciente que ambas conductas tienen entre los más jóvenes. «La adolescencia es una etapa de transición entre la niñez y la vida adulta, de aprendizajes y de cambios», comenta al respecto Sanz.
«Es especialmente vulnerable, ya que las personas no tenemos la suficiente madurez ni las habilidades suficientes para lidiar con nuestros estados emocionales negativos de un modo satisfactorio y esto hace que, bajo ciertas condiciones, puedan aparecer algunas conductas disfuncionales. Si se suma un entorno disfuncional o negligente con bajo apoyo socio-emocional, la presencia de una patología sin un tratamiento adecuado, problemas en las relacionales sociales o cualquier otro factor, el riesgo se multiplica», prosigue.
«Hablarlo minimiza la posibilidad de que la idea se convierta en acto»
En esta línea, incluso para los profesionales cada uno de los casos que llegan a la clínica suponen un gran reto. «Las conductas de autolesión con o sin intención suicida son una realidad compleja y, por tanto, su abordaje también lo es«, desarrolla Sanz.
«Realizar una evaluación minuciosa de que está sucediendo resulta esencial, ya que no será igual la manera de afrontar una conducta de autolesión con intención de muerte que con un fin de regulación emocional o de otro tipo. Si estamos hablando de una persona en la que detectamos ideación suicida, lo más importante es crear un clima de escucha y seguridad», añade este experto.
«El primer paso es comunicar que se está sufriendo»
Para todas aquellas personas que en un momento dado puedan sentir el impulso de hacerse daño o incluso acabar con su vida, Sanz argumenta que lo que deben hacer depende de la red de ayuda con la que cuenten: «Si se encuentra ya en el circuito de un servicio terapéutico, lo mejor es comunicar sus sentimientos a las personas que le están ayudando. Los profesionales tendrán que dar el soporte y la ayuda más oportuna en cada momento, dependiendo de las características particulares del problema y de la urgencia requerida, generando planes de acción para cada situación que pueda sucederse y facilitando recursos a los que recurrir en caso necesario».
«Quedarse solo ante estos problemas puede ser contraproducente»
En este último supuesto, también es importante saber cómo actuar cuando observamos que una persona cercana se encuentra en esta situación o incluso nos pide ayuda. «Saber que una persona puede tener intenciones suicidas puede resultar muy angustioso y lo más habitual es no saber qué hacer ni dónde dirigirse en caso necesario», reconoce Sanz.
«Aunque habría muchas consideraciones a tener en cuenta, de modo resumido nunca habrá que minimizar el sufrimiento de quien está comunicando que desearía no estar vivo, es un error enorme pensar que quien lo dice no lo va a hacer», explica. «Una gran proporción de las personas que se suicidan, lo habían comunicado de un modo más o menos explícito previamente».
«Sin recursos en la sanidad pública, todo se queda en la teoría»
Sea como sea, Sanz defiende que no se trata de un problema que concierna sólo a quien el sufrimiento empuja a dañarse o a desear poner fin a su vida, ni tampoco solo a sus personas cercanas: «Como sociedad, debemos generar un mayor número de recursos que atiendan como es debido los problemas de salud mental en general y al fenómeno del suicidio en particular».