Redacción, 26-06-2021.- La piel es el órgano más grande del cuerpo y actúa como barrera y primera línea de defensa ante agentes externos, protegiéndolo del calor, la luz, las infecciones y las posibles lesiones. Está, por tanto, continuamente expuesta a elementos que pueden dañarla.
Mantenerla limpia, hidratada y nutrida es uno de los primeros pasos para asegurar su bienestar.
Para ello, desde la Clínica Mayo recomiendan una rutina diaria básica para las zonas del rostro, el cuello y el escote que incluye hidratar a diario con una crema adecuada en función del tipo de piel, desmaquillar si es necesario con un limpiador suave y lavar con agua tibia para evitar la vasodilatación.
Asimismo, la piel del resto del cuerpo también merece una atención y cuidado especiales, según La Vanguardia:
- Ducharse siempre con agua tibia, y máximo una vez al día. La piel pierde el 25% de su hidratación natural durante la ducha.
- Aplicar crema hidratante por todo el cuerpo al menos después de la ducha.
- Usar un producto específico ayudará a evitar la sequedad de los labios, ahora siempre protegidos tras la mascarilla.
- El cuero cabelludo es muy sensible a los cambios de temperatura, por lo que una mascarilla nutritiva frenará la descamación.
- Las manos se encuentra continuamente expuestas. El uso de guantes cuando bajan las temperaturas y aplicar una buena crema hidratante durante todo el año son los dos hábitos más efectivos para su cuidado.
La higiene y la hidratación no son los únicos cuidados que debemos incorporar a nuestra rutina.
El descanso y la alimentación también juegan un papel determinante en el bienestar de nuestra piel. Dormir al menos siete horas y seguir una dieta variada, equilibrada y rica en vitaminas, minerales y ácidos grasos beneficiará a nuestra piel y, en algunos casos, puede ayudarnos a mejorar el curso de algunas enfermedades dermatológicas.
Por ello, la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV) recuerda la necesidad de que no falten en nuestra dieta alimentos ricos en vitaminas del grupo B, que intervienen en el buen estado de la piel y en los procesos de renovación celular; vitamina C (cítricos, perejil, pimiento, brócoli…), que activa las defensas e interviene en la síntesis de colágeno, una proteína que otorga sostén a la piel; vitamina E (aceites vegetales, cereales integrales, semillas, nueces…), que ayuda a contrarrestar el envejecimiento cutáneo y mejora la circulación sanguínea; o vitamina A, que favorece el desarrollo de pigmentos en la piel, que la protegen y ayudan al bronceado.