“Son leyendas urbanas que vienen de los años ’60, 70 y ’80 del siglo pasado, que fueron los años de oro de la lactancia artificial, cuando ésta era consideraba un signo de estatus que, además, mejoraba la calidad de vida del niño y su desarrollo. La evidencia científica, sin embargo, nos demuestra que la realidad es justo la contraria”, sostiene el doctor Gonzalo Pin, miembro del grupo de trabajo de Pediatría de la Sociedad Española de Sueño (SES).
¿Y qué dice esa evidencia científica?
Que los niños amamantados duermen más y mejor que los niños alimentados con leche artificial, según la SES.
«La lactancia materna tiene dos ventajas fundamentales. Por un lado, presenta una composición diferente a lo largo del día. Por la noche, por ejemplo, tiene más contenido de melatonina y de una serie de nucleótidos que favorecen el sueño del bebé. Además, por otro lado, la lactancia materna, a través de esa mencionada composición cambiante, favorece que el niño adquiera y consolide de una forma más precoz y con menos complicaciones sus patrones del sueño y su reloj biológico”, argumenta Pin.