Redacción, 02-04-2022.- Con apenas siete años inició su andadura en el mundo de la gimnasia rítmica. Y, aunque su sueño nunca fue llegar a competir de manera profesional, Olatz Rodríguez logró colarse en la Selección Española y estar entre las mejores, siendo una de las finalistas del Campeonato de Europa en 2018. Sin embargo, la autoexigencia, la inseguridad y la presión de la competición hicieron que la anorexia nerviosa se cruzara en su camino, hasta el punto de poner en riesgo su vida, tal y como narra en su libro «Vivir del aire» (Editorial Planeta), un testimonio arrollador que no deja indiferente.
A continuación la entrevista que recoge La Razón:
Pregunta- ¿Cómo empezó su relación con la comida a convertirse en algo peligroso?
Respuesta- En mi caso no cumplía los rasgos típicos de una anorexia, porque yo no me veía gorda. Ni siquiera vomitaba. Lo que me pasaba es que se me metió en la cabeza que no tenía hambre. Esto se produjo por mi forma de ser, muy perfeccionista, porque yo veía que las buenas gimnastas eran muy delgadas y yo quería ser así.
P- ¿Y eso fue cada vez a más?
R- Sí, porque la báscula y el control del peso es una constante en la gimnasia rítmica y supone una gran presión añadida. El ambiente deportivo puede propiciar esa esclavitud por la delgadez, pero no sé si también podría haber sufrido esta enfermedad a pesar de no haber sido deportista. En mi caso no recibí ningún comentario sobre si había engordado o tenía que hacer dieta, pero sí lo vi en otras compañeras y eso me ayudó a asociar la idea de que adelgazar era lo correcto. Y para ello entendí que había que dejar de comer o comer lo menos posible.
P- ¿Qué suponía enfrentarse al plato?
R- Me producía auténtico miedo. Pensar en comer me abrumaba, porque me provocaba culpabilidad y mucho malestar. No quería comer a pesar de que sabía que eso podía implicar un riesgo para la salud. En algún momento comer me parecía peor opción que morirme.
P- De hecho, acabó en el hospital con un diagnóstico de desnutrición…
R- Sí. Empecé a marearme con facilidad, la piel era totalmente pálida, el pelo y las uñas estaban muy frágiles, apenas podía concentrarme. Toqué fondo cuando busqué en internet mi índice de masa corporal y fui consciente de que corría un grave riesgo.
P- Con los médicos y la familia consiguió remontar. ¿Es clave pedir ayuda?
R- Sí, sin duda. Si alguien siente que está en esta situación de tener miedo a comer debe confiar en los especialistas y pedir ayuda ante el primer síntoma. Es el paso más complejo, pero de ello depende tu vida, aunque sea difícil de expresar e incluso de entender, porque ni siquiera tú lo comprendes.
P- En el libro asegura que el momento más difícil fue meses después. ¿Por qué?
R- Porque si antes había tocado fondo físicamente, en 2020 lo hice emocionalmente, pues tuve problemas psicológicos y de ansiedad, hasta el punto de que fui diagnosticada de depresión. Siempre he tenido la sensación de estar desubicada, pero ahora, por fin, gracias a la medicación y a la terapia, empiezo a sentirme a gusto.
P- Y al final renunció a la gimnasia…
R- Sí. Tenía que concentrarme en mi salud y en recuperar mi peso. Ya estoy mucho mejor, pero curarse es un proceso largo, porque cuesta mucho superar los miedos internos y lograrlo es el mejor triunfo. Esa es la competición más importante de mi vida.
P- ¿Qué ha supuesto escribir este libro?
R- Me ha ayudado a darme cuenta de rasgos y conductas que yo no era del todo consciente. A veces se ha hecho duro recordarlo, pero merece la pena aprender de ello y si con ello puedo ayudar a otras personas, para que se sientan comprendidas y vean que no están solas, habrá merecido la pena.