Redacción, 02-08-2021.- Desde la llegada de la pandemia de Covid-19 el sueño ha cambiado en todo el mundo, fundamentalmente de dos formas. Para la mayor parte de las personas esta pandemia ha supuesto un periodo en el que se han incrementado los episodios de insomnio, su sueño es más agitado o fragmentado, y en el que hay más pesadillas.
Tal y como recoge Levante, «esto no es sorprendente desde que muchas personas presentan con esta pandemia más ansiedad por su futuro, miedo al contagio o desempleo, así como depresión debido a la soledad y a las dificultades económicas que debemos afrontar en esta época», subraya Sidarta Ribeiro, un neurocientífico brasileño, autor de más de 100 artículos científicos y 5 libros, así como profesor de Neurociencia y vicedirector del Instituto del Cerebro de la Universidad Federal de Río Grande del Norte (Brasil).
Precisamente, nos concede esta entrevista porque ha publicado recientemente ‘El oráculo de la noche’ (Debate), un manual en el que aborda la historia y la ciencia de los sueños. En ella, nos desvela que, por el contrario, para aquellos lo suficientemente afortunados que tuvieron los medios materiales y emocionales para ponerse en cuarentena adecuadamente en casa, «para aquellos individuos privilegiados que se enfrentaron bien a la nueva situación y experimentaron un feliz regreso al núcleo familiar y a las tareas del hogar», este último año ha marcado una vuelta a un sueño «sano y salvo«, a unas siestas saludables por la tarde.
En cuanto a cómo se configura un sueño, Ribeiro indica que pueden verse muy afectados por nuestra actitud hacia ellos: «En la cultura occidental, el sueño ha sido acorralado y degradado, y cuando los sueños se recuerdan, generalmente es como una experiencia involuntaria, algo pasivo que les sucede a los soñadores pero que no es causado por ellos».
Preguntado sobre por qué soñamos lo que soñamos, Ribeiro reconoce que los sueños surgen del inconsciente, es decir, de la enorme colección de recuerdos que formamos, modificamos y transportamos a lo largo del tiempo.
En cuanto a por qué solo algunas veces recordamos lo soñado, afirma que durante el sueño REM, el neurotransmisor noradrenalina no se libera en el cerebro. «Como consecuencia, se vuelve muy difícil retener los recuerdos. Cuando nos despertamos por la mañana no hay noradrenalina disponible, las imágenes del último sueño son tenues y desaparecen rápidamente si nos movemos, comenzamos una conversación o revisamos el correo electrónico. Si uno quiere recordar bien sus sueños es importante comprender la importancia clave de producir un informe de sueños antes de alejarse de la cama», resalta.
¿Qué sucede con las pesadillas?
Ahora bien, preguntamos a Sidarta Ribeiro por las pesadillas, por qué algunas personas las padecen, y cuál es realmente su papel. Señala aquí que muchas personas experimentan por la noche una continuación de sus ansiedades y miedos diarios. «Las pesadillas, a menudo, reflejan sufrimiento emocional y la necesidad de adaptarse a amenazas reales, pero el contenido de los sueños suele ser metafórico y se requiere mucha introspección para interpretar correctamente el sueño», apunta.
«Este ‘oráculo probabilístico’, un intento neurobiológico de predecir el mañana’, basado en el ayer, dio a nuestros antepasados mamíferos importantes ventajas ecológicas. Mucho más recientemente, en algún punto temprano del linaje humano, la capacidad de soñar se enriqueció con la capacidad de hablar y, por lo tanto, compartir sueños. La posibilidad de narrar sueños permitió su propagación entre individuos y mejoró enormemente la capacidad de nuestros antepasados para unirse en torno al cumplimiento de visiones para superar desafíos», prosigue el neurocientífico.