Redacción, 23-04-2022.-El fin de la obligatoriedad de las mascarillas en interiores, este 20 de abril, marca un antes y un después en una crisis sanitaria que ha tenido un gran impacto no solo a nivel de salud física, sino también psicológica.
En este sentido, la salud mental ha cobrado especial protagonismo a lo largo de los dos últimos años a raíz del aumento de patologías derivadas de las restricciones de movilidad, el confinamiento o los protocolos sanitarios.
Los trastornos de ansiedad y depresión aumentaron un 25% a nivel global, según datos de un estudio ublicado en la revista científica The Lancet, afectando especialmente a colectivos vulnerables como las personas mayores, los enfermos crónicos o los jóvenes. Además, tras el confinamiento, el 8% de la población afirmó necesitar la ayuda de un psicólogo para recuperarse de las secuelas, según el Estudio Sanitas sobre bienestar emocional durante el confinamiento.
El síndrome de la cara vacía hace referencia a la inseguridad que provoca la retirada de las mascarillas y que afecta a personas con baja autoestima.
“Después de tanto tiempo, la mascarilla se ha convertido en un escudo de protección en las interacciones sociales ya sea para esconder sus emociones o para disimular sus inseguridades de tipo físico. En un caso particular, los jóvenes son los más susceptibles de sufrir este miedo. Pero aquellas personas que tienen una ansiedad social o una baja autoestima o que vinculan su bienestar a cuestiones físicas o que dependen en exceso de la aprobación de los demás, también pueden verse afectadas”, explica Raquel Velasco, psicóloga de BluaU.
Ante esta situación, la experta recomienda, “identificar qué es lo que nos genera el miedo cuando se habla del abandono de la mascarilla (miedo a exponer nuestras emociones, a la interacción social, a una evaluación negativa física) para buscar recursos de afrontamiento y ganar autoconfianza enfrentándonos paulatinamente a no tener ese escudo y a la sensación de vulnerabilidad que ello provoca.”