Redacción, 21-02-2022.- Lucía Galán Bertrand, que actualmente es socia fundadora y directora del Centro Creciendo, en Alicante, aborda en una entrevista con OK Diario, su sexta obra, editada por Planeta. Bajo el título «La vida va de esto», la autora pretende «mostrar sus experiencias más personales, su día a día cuando se quita la bata de médico».
A continuación se recoge parte de la entrevista:
Pregunta.- Trata usted en este volumen el cómo tratar el tema de la muerte con los niños, algo más «profundo» en época de pandemia. ¿Cuáles son los consejos principales?
Respuesta– La muerte forma parte de la vida. Así es como quise explicárselo a mis hijos cuando inesperadamente su abuela, la abuelita Juli, se fue de nuestras vidas en tan solo tres meses. Es uno de los capítulos más bonitos, tristes y tiernos de todo el libro, pero tan real y necesario, que pienso podrá ayudar a muchas familias que estén pasando por circunstancias parecidas. En ese capítulo hablo con mis hijos de la vida, de la muerte y de qué hay después con toda la honestidad con la que fui capaz.
P- ¿Qué papel deberían jugar las abuelas en la vida de sus nietos y de sus hijas ya madres?
R- Un papel tierno y sabio de acompañamiento a esas recién mamás que llegan a la maternidad sin saber realmente lo duras que son las primeras semanas, pero siempre respetuosos hacia esa pareja que acaba de tener un hijo. Es decir, desde una distancia tranquila si así los progenitores lo desean, sin juzgar, sin menospreciar, sin lecciones magistrales. Compañía, sostén, ayuda y por supuesto amor incondicional hacia sus nietos.
«No podemos cambiar muchas cosas que nos pasan, pero sí cómo lo afrontamos. Eso sí depende de nosotros»
P.- ¿Cree que a la mayor parte de los seres humanos nos ocurre lo mismo?
R.- No tanto los hechos en sí pero sí las emociones que nos hacen movernos, cambiar o parar. El amor, el desamor, la ansiedad, la tristeza, el miedo, la angustia, la pasión, la ilusión… todos sentimos parecido, muy parecido, pero en momentos distintos y ante circunstancias diferentes. Por tanto, esa anhelada felicidad que todos buscamos, no es tanto lo que nos ocurre sino qué hacemos con eso que nos ocurre, cómo lo gestionamos y cómo lo disfrutamos. Y lo mismo ocurre con los momentos difíciles, los hay terribles, qué duda cabe, pero lo que marca la diferencia es la actitud que tomamos frente a las adversidades; no podemos cambiar muchas cosas que nos pasan, pero sí cómo lo afrontamos. Eso sí depende de nosotros.
«Es urgente que de una vez por todas el acceso a la salud mental sea accesible, ágil, especializada y esté al alcance de todos»
P.- Dice que el haber tenido una depresión no nos convierte en una persona débil o vulnerable y que hay que tener valentía para pedir ayuda médica cuando se necesita. ¿Cree que este «estigma» del que habla ha cambiado tras la pandemia y el incremento de problemas de salud mental?
R.- Creo que poco a poco se empieza a hablar cada vez más de salud mental. El día que ir al psicólogo o al psiquiatra esté tan normalizado como pedir cita en tu médico cuando llevas varios días con fiebre, ese estigma habrá desaparecido. Pedir ayuda a un psicólogo o psiquiatra no te convierte en débil, no; ni en «loco», ni en «trastornado», no. La pandemia no ha hecho más que poner en evidencia un problema que llevábamos arrastrando ya muchos años en este país que cuenta con unos recursos muy limitados en salud mental con dotaciones muy por debajo de la media europea. Es urgente que de una vez por todas el acceso a la salud mental sea accesible, ágil, especializada y esté al alcance de todos.
«Hablemos de salud mental. Hablemos de suicido»
P.- «Cada día se suicidan diez personas en nuestro país y, de entre ellas, una es un joven menor de treinta años o un adolescente, y esto es un auténtico drama». ¿Qué tenemos que hacer para revertir estos datos?
R.- Primero de todo seguir presionando a gobiernos e instituciones para que inviertan en salud mental; sin recursos no es posible llegar a todo el mundo. Los psicólogos y psiquiatras del sistema nacional de salud hacen lo que pueden, que ya es mucho, pero la realidad es que sin más personal cualificado y más medios, al final la salud mental termina siendo un privilegio de unos pocos que sí se lo pueden permitir.
Por otro lado, hablar de salud mental ayuda, hablar de suicidio y de medidas preventivas, ayuda. Formar a personal, profesores, orientadores de instituto, incluso padres y madres ayudaría a detectar a tiempo muchos problemas. Hablemos de salud mental. Hablemos de suicido.