A continuación se recoge parte de la entrevista:
Pregunta- Muchos de los conflictos que retrata en el libro responden a dinámicas familiares previas.
Respuesta- Sí, muchas de las discusiones que se mantienen con el enfermo son discusiones que ya han mantenido antes. Por un lado, se supone que hay un profundo cambio neurológico en el cerebro del enfermo. Pero, por otro, este sigue siendo tan cariñoso, irritante y agotador como la persona que siempre has conocido. La pérdida de memoria parece algo muy simple, pero si lo aplicas a una dinámica familiar, todo cambia. Por eso, en muchos sentidos, las peleas que se tienen con un familiar con demencia resultan inquietantemente familiares.
«Cuando un paciente muere algunas personas realmente se sienten libres, puedan retomar sus vidas»
P. ¿Qué sucede cuando muere un paciente y el cuidador debe retomar su vida?
R. Algunas personas realmente se sienten libres, puedan retomar sus vidas. Y eso es algo positivo, está bien que sea así. Pero muchas veces, como ya no están en un constante estado de emergencia, de gestionar crisis, tienen tiempo para pensar. Y muchos se hunden en la culpa. Comienzan a repasar sus reacciones, todas las decisiones que tomaron y se preguntan: “¿Fue esa la decisión correcta?”. Como cuidador, tienes que tomar muchas decisiones éticas. Y cuando todo pasa, tienes tiempo para reflexionar y castigarte. Son como soldados que regresan de la guerra. Está muy bien retomar la vida normal, pero tu cerebro y tu biología todavía están en modo de lucha. Han aprendido a lidiar con un entorno extraño y ridículo. Y cuando se sumergen de nuevo en la vida normal hay mucho trauma y muchos flashbacks. Es como vivir con un pie en cada realidad.