Redacción, 24-01-2014.- Cuando las cosas se racionalizan, lo mismo que está ocurriendo en el ámbito de la Oficina de Farmacia hay que poner acento, debido a los recortes, en dos aspectos fundamentales. De una parte, lo que se puede ahorrar y por otra utilizar los espacios para propiciar la función saludable y sanitaria del farmacéutico además de darle vertebración inmobiliaria tanto al catálogo como a la cartera de servicios.
El primer aspecto lo acaba de esgrimir el Colegio de Zaragoza que junto a la Universidad y al CIRCE nos indican que las farmacias pueden ahorrarse hasta un 40 por ciento en su consumo energético.
Según ha explicado José María Agudo, investigador del Departamento de Dirección y organización de empresa de la Universidad de Zaragoza, en la capital aragonesa se hizo un estudio en el que participaron 39 de las farmacias de las 290 de la ciudad y se comprobó que renovando los sistemas de iluminación y refrigeración por otros más eficientes, se ahorraba entre un 30 y un 40 por ciento de costes. Además, se vio que la inversión necesaria para llevar a cabo estos cambios en una farmacia se recuperaba en un periodo inferior a tres años.
Por otra parte hemos comprobado mediante informaciones varias que la farmacia debe abandonar el mostrador para presentarse como un espacio de salud. Tengo por costumbre decir en ámbitos empresariales de distinto tipo que, de la misma manera que ocurre en el organismo, “la función hace el órgano”. Por eso pongo de relieve el trabajo de nuestra compañera Marta Riesgo en nuestro medio cuando matizaba que un rediseño con espacios abiertos, centrado en el cliente y en la gestión por categorías aumenta la rentabilidad.
Son muchas las farmacias que, en busca de una mayor rentabilidad, se lanzan a rediseñar su oficina de farmacia para crear un espacio más atractivo para el cliente. Pero, para lograr este objetivo, el rediseño no puede cerrarse a un cambio de mobiliario, tiene que ir mucho más allá. Así lo explica, Carlos Aires, fundador de Marketing-Jazz, firma española especializada en diseño creativo de espacios comerciales quién, antes de nada, insiste en la importancia de «salir del mostrador para acercarte al usuario y aconsejar de un modo personalizado». En definitiva, «crear un espacio de salud».
Por eso el libro de Peretta sobre ‘Reingeniería Farmacéutica’ es muy útil para las patologías más frecuentes. Pero las barreras no son tan solo especializadas sino que van más allá de las actitudes y comportamientos. El cambio del proceso de venta, las habilidades comunicativas, la falta de privacidad por la presencia de otros consumidores o pacientes y el mostrador, ese maravilloso y maléfico mostrador nos obliga a asumir el compromiso del futuro de otra manera. Todo ello para relacionarnos con el paciente e implementar la Cartera de Servicios de una manera ortodoxa, científica y eficaz. Bastante trabajo tienen los boticarios para interiorizar su propio compromiso, su aceptación de la realidad y su preparación sanitaria como para que ahora no sepamos ahorrar y quitar barreras. Lo haremos. Faltaría más. Seguro.