Tal y como recoge Quirónsalud, cuando hablamos de opioides nos referimos a un grupo de fármacos que poseen una gran actividad analgésica, que son derivados naturales del opio, o derivados sintéticos. Los opioides más comunes son la morfina, codeína, heroína, petidina, metadona, etc.
La utilización médica de los opioides está muy controlada, no sólo por su potencial narcotizante, sino también por su poder de crear dependencia y tolerancia.
El conocimiento de los efectos del opio y su uso con finalidades terapéuticas se remonta a la antigüedad antes de Cristo, siendo considerado como una medicación casi milagrosa.
Fue Thomas Sydenham, médico inglés, que en 1660 elaboró la tintura de opio, denominada Láudano de Sydenham.
Pero el desarrollo más significativo en la historia del uso del opio, aconteció cuando en 1803, F.W. Sertümer, químico alemán, logra aislar el alcaloide principal del opio, denominándolo morfina, en relación con Morfeo, el mitológico Dios de los sueños. A partir de este momento empiezan a difundirse en el mundo médico el uso de los alcaloides puros, reemplazando los preparados del opio.